Parque nacional de Port-Cros: entre tierra y mar

El Parque nacional de Port-Cros, a caballo entre las islas de Hyères y el litoral en el extremo sur de la Provenza, es una continua celebración de la armonía entre la tierra y el mar. Esta joya del Mediterráneo rebosa de maravillas por descubrir. Desde sus animales hasta sus intrigantes plantas o lugares secretos, todo invita a no resistirse y salir a la aventura.

En el Parque nacional de Port-Cros, la armonía entre la tierra y el mar es total. Sus islas, desprendidas del macizo cristalino de los Maures, están esculpidas con una roca oscura procedente de la costa continental. La riqueza del Parque se encuentra en su gran cantidad de calas, ensenadas, acantilados e islotes, que forman el espejo marítimo de la península de Giens, con sus radas y bahías. En tierra, los senderos que serpentean bajo bóvedas de vegetación revelan especies únicas y ancestrales, como el sapillo pintojo sardo, la dauphinelle de Requien o la célebre barba de Júpiter.

Un territorio para la contemplación

El antiguo pueblo de pescadores de Port-Cros comparte con los espacios naturales de la isla de Porquerolles una calma y un aislamiento que invitan a la contemplación y a la exploración. Los paisajes naturales se confunden con la presencia humana y pueden observarse con total privacidad. Una atmósfera ideal para descubrir en silencio las huellas del hombre en el territorio: las viñas y las hileras de olivos, los castillos del cabo Bénat, de La Croix-Valmer y del cabo Camarat, los jardines suspendidos en terrazas sobre el mar y las plantaciones de cañas en Hyères, La Garde o Le Pradet…

Observar las pardelas en el sendero de las Crestas en Port-Cros 

En la costa sur de la isla de Port-Cros, el sendero de las Crestas está impregnado de un ambiente luminoso y árido. Varios miradores ofrecen vistas al mar, los acantilados y el islote de la Gabinière. Durante la caminata, pueden atisbarse pardelas cenicientas del Mediterráneo, una especie poco común y protegida que anida en guaridas excavadas en la roca. La llegada de gatos y ratas a las islas ha puesto en peligro la supervivencia de las pardelas, que hoy se protegen con un control regular.

Andar hasta el cabo de Mèdes en Porquerolles

En la costa norte de Porquerolles, un camino bordea las largas playas de arena y lleva al cabo de Mèdes, desde donde se puede admirar la playa Notre-Dame antes de llegar a la batería de Mèdes, también llamada el «fin del mundo». La plataforma, asentada sobre magníficos peñascos de aristas dentadas y amenazantes que caen en cascada hasta el mar, ofrece unas vistas espectaculares de las rocas Deux Frères, los acantilados del Gros Mur du Nord y el gran paso de Port-Cros.

Contemplar la barba de Júpiter en el cabo Lardier    

El cabo Lardier es uno de los pulmones verdes de la costa de Var, en la península de Saint-Tropez. Desde la playa de Gigaro, el sendero del litoral permite acceder a la cala de Jovat y observar la espléndida barba de Júpiter, una especie de flor típica del islote del Crocodile. Hay que prestar atención en los acantilados terrosos o en la arena: la barba de Júpiter se reconoce por sus hojas divididas en folíolos plateados que, en primavera, ven nacer pétalos de un blanco crema en sus extremos.